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viernes, 13 de abril de 2012

Bebé Adrih Sueña

Cansado y sin aliento reposa en brazos de la dulce nana, como las hojas frágiles de otoño, en la pendiente y en la cima de grandes montañas. “Pequeño navegante de mi ensueño: llevas en ti el brillo de una estrella y la fuerza vital del mismo cielo, que se filtra en las gotas de la lluvia y prosigue su andar suave y sereno, sobre las ramas de aquel sabio roble que habita entre las páginas del cuento”.
¿Recuerdas, mi pequeño navegante, cuando en el mes de Julio rescatamos muchas cometas que estaban suspendidas entre el ropaje blanco de las nubes? - Dice el Hada gentil de la Esperanza, mientras adorna su negra cabellera, con un puñado de estrellitas matutinas.

El vestido del hada, es de singular belleza; tiene encaje tejido en hilos finos de topacio, que ante el reflejo de la extensa pradera, dibuja transparencias de diversos matices. ¡Y qué decir de aquella melodía!. La grata melodía del riachuelo, emite paz, una paz infinita que se esparcehasta los lugares mas recónditos, donde ni el águila con sus ágiles alas lograría llegar.

Quien pudiera pensar que en cada rosa, dormitan muchas ninfas. El sabio roble, ha contadoque a la mas leve caricia del sol, despiertan y ascienden sonrojadas por sus rayos, escalando felices, mientras cantan en un idioma diferente que casi nadie puede descifrar.

Las ninfas, son acróbatas hermosas, aunque verlas resulta ser casi imposible, porque son muy pequeñas. El hada está encantada con Bebé Adrih; una vez mas ha dibujado en su rostro sonrisas que observan las pequeñas, desde los pétalos donde parecen dormir. Cuando realmente lo hacen, se desplazan a gran velocidad, sobre estrellas fugaces que son amigas fieles, cómplices de sus travesuras.

La majestuosa noche ha retirado el amplio cortinaje, que formaron las nubes en el atardecer. Con gesto delicado, imperceptible, lo extiende como alfombra debajo de sus pies”. Perfumada en fragancia de jazmines enigmática y bella, la noche hace su entrada y al dirigir sus ojos a la luna, no logra ella evitar, que una lágrima fina de amatista, resbale por su cara...Sentado allí, sobre la blanca esfera, contemplando el candor de las estrellas, Bebé Adrih sonríe tiernamente y es muy feliz sobre la luna llena”.

En las primeras horas del amanecer, cuando el alba se detuvo a visitar las rosas, todas al mismo tiempo le hicieron reverencia; inclinaron sus tallos hasta el suelo abriendo sus pétalos. Ante éste inusual saludo de extrema reverencia, en tumulto cayeron las diminutas ninfas unas encima de otras y asustadas corrieron, para buscar refugio, entre el pasto. ¡Es una broma! Cantaron al unísono las rosas mientras la brisa, sin poder contener las carcajadas, recogió a las ninfas, depositándolas entre los pétalos.

Marta Lilián Molano L

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