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jueves, 15 de diciembre de 2011

A Tu Memoria




Para La Estrella Que Eres Ahora
(In Memoriam  Diciembre 25/2007)

Esposo de mi ayer, así yo te recuerdo: 
Tu risa entretejiéndose a mi risa, mi mano que se pierde entre tu mano, 
Tus huellas y mis huellas, dirigiéndose al rio, tu anhelo conjugándose en el mío.
Ruiseñores volando… olor  a tierra, a leña, a mangos  y a naranjos en flor.
El agua  acariciando nuestros cuerpos desnudos…
La melodía de antaño de Moré, haciendo suspirar a las palmeras.
Así, hombre de  mi ayer  emerges en mi mente
Con sabor a canela, a hiel, a ajenjo… a lágrimas saladas.
Cabalgas en la bruma del pasado,  invades mi presente,
Como el esposo hambriento de caricias,  que pronunció mi nombre
Con rabia, con dolor y con ternura…quizás también con algo de locura.
Mi nombre que hoy solloza desde el nido vacío de un jilguero,
Enredado en las ramas de majestuosos  árboles  que plantaron tus manos.
Esos árboles  lloran tu partida  junto al lecho del rio.
Esposo de mi ayer:
Hoy  la añoranza,  despertó silenciosa aquí en mi alma y se vistió de luto.
Tu recuerdo ha guardado mi tristeza, entre un blanco jazmín  
Que envuelve  con su aroma, el mármol  de la loza funeraria,
Donde se lee  tu nombre  esculpido en la tumba solitaria.

Marta Lilian Molano L  (11 de Mayo de 2010)



Ruth


Dedicado a la pequeña Ruth:
“Mi pequeña panameña, que en el istmo floreció,
Como una flor perfumada, con mejillas de arrebol,
Cuando me brindas tu risa, que brota del corazón,
Paréceme ver un ángel, que del cielo se escapó.”

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La mañana abrió sus ojos, aquel día de primavera,
Mientras las nubes llegaban, se marchaban las estrellas
Y la luna, muy sonriente, con las estrellas marchó
Y de camino a su casa, un ojito al sol guiño.

Y don Sol, siempre radiante, sus rayos de oro tendió,
Sobre una pequeña casa que entre las montañas vio
Y contempló  las mejillas sonrosadas de una flor...
¿De una flor?...-No, es una niña, que a la ventana asomó.

Es una niña que tiene, la alegría de un ruiseñor,
Las mejillas sonrosadas y el perfume de una flor,
Yo he visto ya a la pequeña, es bella y se llama Ruth,
Si Dios me diera una hija, quiero que sea como tu.


Salió temprano la niña, muy tempranito fue a ver,
A todas las abejitas, mientras fabricaban miel
Y al verla, las mariposas, todas vinieron también,
Haciéndole un caminito, con pétalos de clavel.

Muy cansada la pequeña, hasta el riachuelo llegó
Y vino El Hada del Sueño y sus ojitos cerró.
Iba muy feliz, la niña, volando de flor en flor,
Sus alas eran  doradas, con estrellas incrustadas
Que la luna enamorada, le había regalado al sol.

Iba muy feliz cantando y la escuchó Papá Dios,
Y abrió la puerta del cielo, creyéndola un angelito
Que por la ventana huyó. ..Papá Dios, tendió su mano:
Ruth, le dijo, ella voló... Y mi pequeña traviesa
Revoloteó por sus barbas y en su nariz se posó.

Y al ver sus ojos tan bellos y dulces como la miel,
Quiso sumergirse en ellos y de esa fuente divina
Todo su néctar beber.-Ruth, pequeña, ¿Qué te has hecho?
La niña se despertó; volar quiso hasta su padre,
Pero en el primer intento, la pequeña Ruth cayó.


¿Y mis alas, que se hicieron?... Al oírla, el Sol sonrió
y de camino a su casa, tiernamente con sus rayos
su carita acarició. Ahora sonriente la niña,
dormidita se quedó, acurrucada en su cama
buscó de nuevo sus alas, y vuela de flor, en flor.

Marta Lilián Molano L

martes, 22 de noviembre de 2011

Retazos de mis Vivencias

Nosotros Dos


Cuando los años nuestros ojos nuble 
y sea la juventud vago recuerdo,
 allí estarán los frutos que sembramos, 
en las delicias de un amor supremo.
 Cuando tu boca avejentada ría 
al alegre jugar de nuestros nietos,
 en esa misma boca habrá quedado 
el imborrable fuego de mis besos.  
Cuando ancianos los dos y ya cansados, 
nos sorprendan los años del invierno, 
 estaremos tan juntos como ahora 
viviendo del amor y los recuerdos. 
Allí estarán también nuestros retoños, 
con sus risas, sus llantos y sus juegos
 y será un paraíso construido, 
del mas hermoso amor y el mas eterno. 
Cuando tus dedos temblorosos jueguen 
entre el sedoso pelo de tus nietos
 y a nuestro alrededor todos se sienten, 
para escuchar con atención los cuentos... 
Cuando la vida allí se nos detenga, 
comprenderás que todo no es un sueño, 
que estaremos tan juntos como ahora 
entre el dulce cantar de nuestros nietos. 
Marta Lilián Molano L
(Panamá 1978)



(Una Historia de Amor y de Perdón)
Pequeña de mi ensueño
Supe que tu nombre es Monique. Te imagino como un tierno  capullo hermoso y sonrosado, intentando palpar con tus gráciles dedos, los rayitos de luz que acarician tus ojos y creo contemplar tu candoroso rostro con gracia angelical. Recuerdo cuántas veces anhelé acunarte entre mis brazos. Hoy al saber tu nombre, me decidí a escribir éste mágico cuento en homenaje a ti.
http://horizontedepoesia.blogspot.com/2012/04/la-gaviota-de-oro.html
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En un precioso lugar que Dios bendijo, donde el frío matinal salpicando con gotitas de rocío, juguetea entre praderas y elevadas montañas, hace algunos años comenzó la historia que hoy te cuento.
Al vaivén de la brisa cristalina las mariposas parecen danzar y una gran variedad de hermosas flores, presuntuosas esparcen su fragancia.
El viejo y gigantesco roble que allí habita perezosamente extiende sus ramas y con pausada voz que casi hechiza le cuenta a las mariposas y a las flores, que hace siglos el arco iris,  mezcló muchos colores y en un derroche  inspiración, con un pincel de nácar que le obsequió la luna, pintó las flores y las alas de las mariposas, también pintó las plumas de las aves, las nubes y las altas montañas que estaban a su alrededor.
Cada mañana muy temprano cuando el sol ilumina los cerros empinados y los sauces despiertan a la orilla del río, sobre la tierra fértil se escuchan las pisadas de un joven campesino, que diligente planta con mágicas semillas huertos de variadas especies y árboles de frutos deliciosos.
El solitario sembrador, sonríe al descubrir que astutos conejillos sigilosamente se esconden para averiguar cual es el huerto de las zanahorias. Luego, cuando el se marcha, los traviesos espías de suave pelaje, orejas muy largas y nariz temblorosa y sonrosada, salen de su escondite y desfrutan suculentos banquetes. Después de aquel festín, se quedan profundamente dormidos.
En más de una ocasión, cuando el sembrador recorría su acostumbrada ruta, encontró ruiseñores y gorriones que estaban heridos junto al camino y él, con mucho esmero cuidó de ellos, hasta que los pajarillos recobraron su fuerza y estuvieron listos para emprender el vuelo.
Las manos del sembrador son muy fuertes, ágiles y bellas, aunque en ellas quedaron dibujadas las heridas que la tierra plasmó, en sus largas jornadas de trabajo.
Un atardecer cualquiera mientras el ocaso se recostaba sobre el lecho del río, el joven sembrador se detuvo un momento para descansar. En ese preciso instante, en un lugar lejano una gaviota muy bella, con plumas de oro, ojos de esmeralda y delicado pico de rubí, se escapó de un cuento de hadas. Ansiosa estaba la gaviota aquella, de conocer un horizonte nuevo.
El dorado reflejo de sus alas surcaba el firmamento, y corriendo apresurada, detrás de su esplendor, una joven que también se escapó del cuento, en vano hizo el intento de alcanzarla.
Buscaba la doncella en las colinas, recorrió las praderas y llegó hasta la cima de las grandes montañas, tratando de alcanzar a la Gaviota de Oro, que le había arrebatado su más hermoso anhelo.
Estando ya cansada y muy sedienta, se dirigió al majestuoso sol. El astro gentilmente le aconsejó que se diera prisa en llegar a la tierra del joven sembrador; seguramente el  le ayudaría a encontrar a la Gaviota de Oro, que llevó en su piquito, oculto entre un rubí su tesoro mas bello, el anhelo que ella había guardado celosamente en su corazón.
La joven se dispuso a continuar su viaje. Calmó la sed en una cristalina fuente y bajo la atenta mirada del sol, feliz corrió en busca de su gaviota.
Danzaba entre las flores, con los ojos cerrados absorbía sus fragancias, tan concentrada estaba disfrutando el paisaje, que no se percató de aquel tronco que había atravesado en su camino, y al tropezar en el, rodó por un sendero de peñascos, y espinos que se incrustaban en su piel, causándole dolor y rasgando su precioso vestido que era blanco.
Cuando la tarde decidió marcharse a reclinar su rostro en las piedras del río, el sembrador terminó su trabajo, mientras se dirigía a casa, escuchó que alguien sollozaba.
La naciente sonrisa de la luna iluminó los pasos del joven sembrador. Sus pisadas se quedaron suspendidas dibujadas entre la tierra húmeda.
Fue cuando la encontró, allí estaba la joven con su vestido roto, muy triste sollozando. El sembrador la miró con ternura infinita sanando una a una sus heridas, luego tomándola en sus brazos la llevó a su casa.
-Y ahora, dime niña de mi ensueño: ¿Alguna vez imaginaste acaso, que llegarías a ser parte de un cuento? ¿Recuerdas el tesoro tan preciado que llevó la gaviota en su pequeño pico de rubí? ¡El tesoro, pequeña fue el anhelo de contemplarte a ti!
Aquel lugar por cierto era muy bello, allí se reunían los grillos junto a la quebrada y cantaban dichosos. La noche despertaba como una hermosa dama, con majestuosidad y cuando se escondía entre las grandes montañas, se escuchaba  un arrullo. La noche a veces parecía gemir, era que estaba dando a luz a la mañana y luego la envolvía  con su velo de estrellas matutinas.
Una mañana, delante del viejo roble que había cuidado aquellas tierras, el sembrador y la joven con un beso de amor unieron sus vidas. Sus risas se escuchaban y otro par de huellas más pequeñas quedaban dibujadas junto a las huellas del joven sembrador.
El firmamento entero fue testigo, de lo que pudo ser el mas sublime amor.
Pasaron las semanas y los meses que daban paso austero a los años también, la lluvia sollozaba en mi ventana, yo en silencio pensaba en  mi  gaviota,  la que  llevó en sus alas mi anhelo mas preciado. 
También el sembrador anhelaba tener un capullo especial; un capullo con pétalos rosados y sonrisa de ángel, un precioso capullo que en su tierra, el sembrador jamás pudo sembrar.
Las hojas de los sauces todas se estremecieron, bañadas de rocío parecían llorar. Las aves despertaron, cuando el búho solitario velaba pensativo en su ramita y se escuchaban las pisadas del sembrador que cada vez, se alejaba más. Se ha marchado…Abandonó su tierra -Le dijo un ruiseñor a un precioso quetzal.  Oculta su silueta entre la  noche se perdió. Se marchó simplemente pensando realizar su más íntimo anhelo.
El viejo y sabio roble que durante siglos fue el guardián de aquel bello lugar, meditabundo y triste se quedó dormido;  no ha vuelto a cantar ni a narrar sus historias a las flores.  Sus ramas, poco a poco se secaron y las aves que allí se refugiaban, han empezado a emigrar hacia las altas colinas.
Dos décadas de inviernos y veranos quedaron registradas por el cincel del tiempo, grabadas en los troncos de los sauces que todavía despiertan a la orilla del río.



Esta mañana temprano, un rayito dorado se me posó en la frente. Se filtró suavemente a través de mi ventana y con gran delicadeza se recostó en mi almohada. Su luz cálida y pura acarició mi rostro, como si quisiera hacerme sentir que alguien me amaba.
Lentamente mis párpados se abrieron y pude contemplar a la hermosa gaviota de las plumas doradas, sus ojos de esmeralda parecían mas verdes, como si en ellos hubiera quedado impregnado el infinito verde de los fértiles bosques y la savia de aquel roble gigante, que se quedó dormido para siempre.
Extasiada miraba a mi Gaviota, con su piquito rojo tocando a mi ventana… A pesar de estar cerca también estaba lejos, dos décadas pasaron antes que ella llegara. Fue por este motivo niña hermosa, que preferí no abrirle la ventana.
Ella, al verse en mis ojos  reflejada comprendió mis motivos, y desplegó sus alas. Se dirigió ésta  vez a construir su nido en el ocaso. Cuando se fue, corrí hasta mi ventana y quedé sorprendida, al descubrir el pequeño rubí incrustado en una lágrima dorada. Aquel rubí donde celosamente guardé como un tesoro, el anhelo mas preciado de mi vida.
Hoy cuando desperté dulce pequeña, me pareció escuchar un bello canto con notas musicales de esperanza, que volaba en las alas de la brisa, impregnándolo todo con el fragante aroma de las flores.
Las mariposas de bellos colores otra vez parecían danzar, cuando los rayos del sol coronaban la cúspide imponente de los cerros…Y fue en ese momento, cuando abrí mi ventana que pude contemplar al viejo roble, que estaba despertando, perezosamente extendía sus ramas,  las hojas secas recobraban su color verde esperanza, y una bandada de preciosas aves,  regresaban para buscar refugio entre sus ramas.
Dos décadas quedaron registradas en el reloj del tiempo; sin embargo las huellas que estuvieron plasmadas sobre la tierra fértil, cuando cada mañana la  alborada, susurraba al oído del joven sembrador… Esas huellas ahora ya no existen, en su lugar perduran bellas rosas, son rosas encarnadas que no tienen espinas.

-“Hoy niña de mi ensueño has de saber, que tú fuiste el capullo que yo tanto anhelé”.

Se muy bien que los años han pasado y que en este momento, posiblemente te hayas transformado, en la dulce doncella que  escapó de las hermosas páginas de un cuento.
Por eso niña bella yo guardé la preciosa chispita de rubí, que la Gaviota de Oro me dejó, para dártela a ti.

Marta Lilián Molano L
Agosto 22 de 2005
El Regreso del Sembrador 
(La Gaviota de Oro veintiocho años después)

El Sembrador ha vuelto el de ojos de Miel, trajo con el tres rosas y un precioso clavel.
Las algas le contaron a un alegre quetzal, por el camino angosto hoy le han visto pasar.
El sembrador se acerca me lo dijo la luna, mientras teje sus sueños de perlas y de espuma.

Hace ya muchos años escribí al sembrador, un poema que siempre guardé en mi corazón.
Como si fuera un pacto de la tierra y el cielo y hubiera sido impreso con un punzón de hierro.
Tres décadas pasaron, borrascas y tormentas y tras su larga ausencia, del precioso camino que una vez recorrimos, se borraron sus huellas.
El sembrador ha vuelto hoy preguntó por ti, quiere hablarte al oido, con sonrisa traviesa me lo dijo un jazmín.
Los árboles susurran y la brisa también !El Sembrador ha vuelto, el de Ojos de Miel! Trajo tres bellas rosas y un precioso clavel.
Sus varoniles manos las que yo tanto amé, hoy algo temblorosas emergen en mis sueños como alas de gaviota...
!Como alas de gaviota en las que un día volé, mientras buscaba un sueño que nunca conquisté!
Hablamos brevemente sin rencores ni dudas, sin heridas sangrantes, sin recuerdos distantes, porque estaban dispersos jugueteando en el aire...
Un ríctus de tristeza adiviné en su boca ¿Su boca? Sí su boca, la que tanto besé, la que me supo a mangos, a duraznos y a miel.
Inviernos han pasado coronando sus sienes con escarcha de ensueños, primaveras y nieve.
!El sembrador ha vuelto, hoy escuché su voz!
Su voz como riachuelo refrescando a la hiedra
Como suave caricia de la brisa a la piedra,
Como aroma al desierto, como trigo al hambriento
Como lluvia a la flor...

!El Sembrador ha vuelto hoy escuché su voz!

Marta Lilián Molano L
Noviembre 8 de 2011

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Los Recuerdos esperan en la antesala del ayer, para hacer su debut en el olvido.
 Marta Lilián Molano L  (Abril 30 de 2012)

El Llanto del Sembrador



Aquí está el Sembrador, me lo dijo la luna, 
mientras teje un rosario de sueños y de espuma.
Su alma se entristece, le lastima la espina
de una rosa sagrada que es la flor de su vida.

Después de tantos años, me senté frente a él,
y vi emerger el llanto de sus ojos de miel.
Estrellitas dolientes bañaron sus mejillas
el amor hecho esencia, se asomo a sus pupilas
en gotitas de lluvia revestidas de sal,
como niñas traviesas, que se escapan del mar.

Su dolor infinito, se refugió en mi pecho
y al contemplar sus ojos, trémulos laberintos
bañados de tristeza, de amor y de silencio,
mi espíritu impotente, no sabía qué hacer.

He visto al sembrador que tiene ojos de miel,
del dolor que le agobia, fui testigo también
conmigo había una rosa, y un precioso clavel.

Mi espíritu impotente, se estremece en mi ser,
su alma en llanto brota bañando sus mejillas
gime su ser como cascada triste y mi alma también.

Marta Lilian Molano L
Viernes 31 de Agosto de 2012

viernes, 4 de noviembre de 2011

El Sueño de Una Niña

Dedicado a María Zareth

La niña está soñando con los ojos abiertos como las alas de las mariposas en busca de la flor.
Sus pensamientos de papel navegan, viajan hacia el ayer donde la niña aún era un rayo  de luz  jugando en las pupilas de su padre, un valioso tesoro  en el refugio de  su corazón.
Cuando los sueños duermen  haciendo su festín, en la sonrisa incierta del futuro, es porque hay una niña pensando en esa estrella  que se quedó dormida temblando entre una lágrima de luna, cuando ella era un anhelo… un destello de luz que alegraba los ojos de su padre. 
Hoy la niña quisiera alcanzar esa estrella, la que hace años quiso  ser poema y  fuente de alegría, en el alma de un hombre solitario sembrador de ilusiones, que tiene  ojos de miel. Una estrella apagada cubierta con el manto de la luna una estrella dormida, que no despertará.

La niña tiene un nombre ella es María Zareth, ponle nombre a  la estrella,  y al hombre solitario, aunque vive en tu diario, ponle un nombre también.

Marta Lilián Molano L
Noviembre 4 de 2011

martes, 25 de octubre de 2011

Nabuco el Príncipe Encantado





Los incontrolables sollozos de un sapo grande y muy feo, interrumpieron la concentración de todos los que estaban absortos escuchando a la bella Garza del Sol.  Ahora las miradas interrogantes y perplejas, se dirigían al lugar de donde provenían tan angustiosos lamentos.  Allí, grotescamente echado de barriga, el gigantesco sapo  estaba sobre una bella flor de loto.
 -Yo también he sido esclavo de mi propia codicia, esclavo de los celos y de la prepotencia.-  Decía el sapo a grandes voces, mientras se sonaba fuertemente  la nariz  y trataba inútilmente  de contener su angustiado llanto.
Yo fui un ferviente y loco enamorado de una hermosa princesa  llamada Jazmín, pero en un impulso de cólera y de celos, la ofendí  hasta hacerla llorar. Entonces apareció el Hada que la protegía  y la convirtió en una fastuosa  paloma blanca,  que emprendió raudo el vuelo y a mi me transformó en el repugnante ser que están viendo. Mi nombre es Nabuco, en épocas pasadas  fui un atractivo príncipe  injusto, orgulloso y prepotente; cuando poseía todo lo bueno que la vida me dio, no supe valorarlo y perdí mis riquezas.  Pero el mayor tesoro al que he tenido que renunciar, es mi hermosa novia la princesa Jazmín, a quien no he vuelto a ver  desde hace muchos años.  Cada noche escucho la voz de su lamento, percibo su fragancia y ya no se que hacer  para remediar ésta pena que me agobia.
Así se lamentaba aquel sapo gigante,  su llanto era tan genuino y desesperado, que muchos de los que estaban presenciándolo, empezaron también a llorar. Pero después de un breve instante, algo inesperado y maravilloso sucedió:
La bella flor de loto donde se encontraba el sapo, se convirtió en el Hada  protectora de Jazmín y tomando al anfibio entre sus manos, lo miró fijamente a los ojos diciéndole:
“Nabuco:  pacientemente esperé éste momento.  Hoy has reconocido tu error, por esto te  devolveré todos los bienes que perdiste”.
Al decir éstas palabras,  el Hada tocó con su dedo índice al sapo  en medio de los ojos y éste se convirtió de inmediato en el hermoso príncipe que había sido. Luego colocó en las manos del príncipe una armónica de oro, para que entonara la melodía que solía dedicar a la bella Jazmín.  Cuando Nabuco entonó aquellas notas impregnadas de amor y de esperanza, una hermosa paloma blanca  se le posó en su mano y al suave toque del Hada Protectora, la paloma se convirtió en la princesa Jazmín.
Todos saltaban y reían  al contemplar el hermoso prodigio.  Solo faltaban los bienes materiales, los cuales recuperarían después de la ceremonia de bodas.
El príncipe Nabuco y la princesa  Yazmín, ante todos aquellos testigos, hicieron votos de amor y de respeto.  Luego sellaron con un beso, su promesa.
Estaban felices y agradecidos pues aprendieron que toda relación debe construirse sobre el fundamento del respeto.  Desde allí se tejen y proyectan todos los sentimientos, teniendo presente, que no somos dueños de nada ni de nadie, pues lo que pudiéramos llegar a tener en nuestras manos, puede esfumarse como la suave arena entre los dedos. 
Por eso  cada dádiva que recibimos, es una flor fragante que  perfuma el ya hermoso terruño de la  vida.  Una flor que proviene de lo alto, donde la luz domina y resplandece la equidad.  El mas bello  tesoro  es aquel que ilumina desde adentro,  aún los aposentos mas profundos de nuestro corazón.  Allí es donde germina la esperanza y se gesta la belleza real que no es perecedera. El Hada entrelaza las manos de los enamorados, luego  toca en su  armónica,  y al vaivén de las notas magistrales, aparece el castillo esplendoroso, un carruaje encantado con caballos de paso, un jardín coronado de mil rosas, gorriones que visitan  las orquídeas, fragantes azucenas  y níveas mariposas.
Un grillo está entonando  su mejor melodía, entre uno y otro brinco, no para de danzar.  Por la importancia del acontecimiento, hoy ha vestido sus selectas prendas;  Vistió un esmoquin de elegante cola, camisa blanca de satín muy fino y el corbatín de seda  color rojo, que siempre buena suerte le ha traído.
Señor grillo elegante, le pregunta un rosa:
¿Porqué percibo hoy en su canto chillón,
Un aleteo muy bello, como de mariposas
¿Será un poema en rima que le canta a una diosa?
¡O acaso hay un motivo que usted, contar no quiera!
¿Será que hoy en su alma nació la primavera,
O llegó la esperanza con aires de quimera
En el trino precioso que escuchó de un gorrión?
El grillo pensativo no sabe que decir,
Entre uno y otro saltoSu corazón se agita, no para de latir…
Se oculta entre las flores, le habla a un ruiseñor
Y esquiva muy prudente los rayitos dorados
Que le tiende jugando, el refulgente sol.
-Señor Grillo Elegante ¿porque no me responde?
Su escuchar se ha marchado ¡Y Dios sabe hasta donde!
Se ha quedado rendido ante una hermosa flor,
“La bella flor de loto”, le robó el corazón.
-Desde hace mucho tiempo, cuando el sapo llorón
Vivía en su inmensa hoja, yo miraba a la flor.
Me enamoró su encanto y su hermoso color
¡Sus pétalos preciosos y su exquisito olor!
Así entre todo ellos el grillo confesó
Que hace ya mucho tiempo, el contempla a la flor,
En las noches de luna, mil veces le cantó,
Mas por temor al sapo, nunca se le acercó.
                        Ante aquel sentimiento de amor, que el grillo elegante reconoció, todos han quedado estupefactos, ¡Quien hubiera imaginado que el esbelto grillo  estuviera así  perdidamente enamorado!

Marta Lilián Molano L
(Fragmento de mi libro titulado Bebé Adrih Sueña)

miércoles, 12 de octubre de 2011

La Princesa del Mar

Marina fue protagonista de una historia de amor  con el capitán de un navío que vino de un lejano continente; la embarcación naufragó, la princesa no pudo rescatarlo y en su fallido intento se abrió  una herida  cerca al corazón, entonces se encerró en una concha gigantesca  a llorar su tristeza. La Princesa enamorada llevaba en sus entrañas a su primer bebé, pero su dolor fue tan grande, que la herida cada vez se hizo mayor  y al empezar el proceso de cicatrización, la princesa se convirtió en la perla mas grande  que haya existido, una perla solitaria  que recorrió los mares, mientras el pequeño príncipe, dormía  en las entrañas de la concha, donde su madre se había refugiado.

Una noche la luna vio a la perla y al conocer su historia  se conmovió profundamente  convirtiéndola  en estrella fugaz y le dio  la misión de realizar su propio anhelo, en la vida de  Marco Aurelio. Marina la  princesa,  con  la facultad adquirida para desplazarse velozmente  en su forma de estrella, buscó  una esposa  adecuada para su hijo y hoy se convertirá en madrina de bodas del príncipe, cuando éste despose  a Soraya  la Princesa de los boreales.
La ceremonia acaba de iniciar. En círculo siete machos de ballenas Yubarta,  se han formado y empiezan a cantar su  bella melodía. Notas altas y bajas  viajan entre las olas  llevando a las hembras un mensaje especial y  un millar de gaviotas se refleja como si fueran rosas blancas que emergen sobre el cristal precioso de las aguas.
Se miran dulcemente mientras unen sus manos y sellan con un beso la nueva vida que hoy inician,  luego se dirigen a su castillo que está  en las profundidades del gran río Amazonas.
 Marina  la Princesa madre  va con ellos.  Le siguen seis delfines que juegan y compiten y el millar de blanquísimas gaviotas formando un bello manto,  el velo de la novia.  La Princesa Soraya   cabalga feliz,  del brazo del Príncipe  sobre el lomo de un delfín real.

Marta Lilián Molano L
(Fragmento de mi libro: Bebé Adrih Sueña)

domingo, 9 de octubre de 2011

El Llanto del Limonero


En homenaje a los niños que mueren cada día por causa de los violentos
Un rosario cristalino de gotitas de lluvia, se desgaja sobre las hojas de los árboles. Empieza a anochecer y a lo lejos, se escuchan detonaciones que hacen estremecer a “Yalú”,  el pequeño niño indígena de tan solo cinco años, oriundo de una tribu cercana. La calma que reinaba entre su gente, se desgarró de dolor ante la cruel presencia de los hombres violentos que irrumpieron en su tierra.  ¡Ahora ya todo terminó! El regazo dulce del hogar, se manchó de sangre y luto, que a su paso, ha dejado la tonada triste del “Yaraví”, cuyo eco galopa al vaivén de su aterrado corazón.
Yalú, no logra contener su llanto, ni el temblor de sus manos heridas, que son acariciadas por las gotas de la lluvia, como si todo el cielo se deshiciera en lágrimas, para borrar de sus mejillas tiernas, doradas por el sol, el llanto incontrolable del pequeño.
“El precioso tesoro de la paz, que iluminaba la comarca, quedó ultrajado bajo las botas de la infame prepotencia, como un gorrión sin nido y sin aliento, con las entrañas trémulas de frío, esparcidas al viento”.
Yalú, recuerda las mañanas cuando corría sobre bellas montañas, enmarcadas entre los colores del arco iris.  Hoy su recuerdo, forma parte del mágico ayer, que quiere abrirse paso entre la bruma de su desconsuelo, y su inocente infancia, huye despavorida, entre febriles rictus, buscando de su abuelo la perdida sonrisa desdentada, que se quedó dormida en las columnas de humo, que visualiza lejos, como si fueran seres infernales, dementes, que malévolos rugen entre escombros, arrasando a su paso, los cultivos en cierne de maíz, que han sido siempre su fuente principal, para el sustento.
Allí acurrucado inerte, recostado a un árbol limonero, bajo el abrigo de hojas y flores pequeñitas de azahar, “Yalú” duerme envuelto en la cortina de la noche, bajo la absorta mirada de pequeños luceros que iluminan su frente, con suspiros helados como espinas punzantes, que sus gélidas sienes han teñido con gotitas de sangre, y al beso cristalino que se fugó temblando, entre la lágrima de un ángel, las gotitas quedaron trasformadas, en chispas de rubí, sobre la frente del niño solitario de tan solo cinco años, que se quedó dormido para siempre, a quien el sol un día, pintara sus mejillas y con dulce primor, los pies descalzos, que plasmaron sus huellas inocentes, en las entrañas húmedas del fango.
¡Yalú, Yalú!- Acarician tu frente, pequeñas flores blancas de azahar, unas tras otras, se desprenden llorando de las ramas heladas... a prisa se deslizan sobre las hojas frías, temblorosas y tristes, de quien tratara en vano socorrerte y te brindó el refugio de sus ramas caídas, ¡Aquel vetusto árbol limonero que hoy desconsolado, llora tu partida!
               ¡Yalú, Yalú!- El árbol limonero te recuerda, en su follaje verde jugueteando, absorbiendo el aroma de las pequeñas flores de azahar, que hoy te coronan tristes, sollozando.  El limonero, añora tu angelical sonrisa, al descubrir ocultos en sus ramas, nidos plateados y tiernos pajarillos asustados, que fugaces al verte, emprendieron el vuelo y exhibiendo sus plumas de colores, surcaron el azul bello del cielo, para plasmarle una sonrisa hermosa, al astro sol y a todos los luceros.
Hoy, en la madrugada, un pajarillo indígena, de collarcito blanco a quien llaman jilguero, posó sus gráciles patitas en tu frente y ha manchado el plumaje de su cara, con gotitas de sangre que brillan como chispas de  rubí.  En vano el emplumado de canto primoroso, intentó despertarte y ha decidido hacer, su morada de paja, entre el follaje trémulo del limonero, para brindarle al árbol su consuelo, por haber hoy perdido a un buen amigo  y su blanca sonrisa de azahares.
Un río caudaloso de cristalinas aguas, te da la bienvenida cuando te ve pasar, en tu hermosa piragua reluciente de hojas temblorosas, que el sol forjó con filigrana  de oro y decoró con flores perfumadas que llorando cayeron del triste limonar.

Marta Lilián Molano L
http://stores.lulu.com/martamolano

Fragmento de mi libro: El Otoño En Los Ojos de un Niño.

Tres Flores Blancas En el Muladar

Fragmento del cuento:
Daniela fatigada y muy débil abrió la puerta de la humilde habitación, tiró la gorra lejos, dejando en libertad su cabello castaño ensortijado y se quitó las botas militares. Sus pies estaban enrojecidos y con muchas ampollas. Respiró profundamente y miró la fecha en el almanaque que estaba suspendido en la pared, hoy cumplía dieciséis años. Tomó el pequeño álbum de fotos familiares que había en su mochila tirada en un rincón y al mirar en las páginas amarillentas, dos caritas sonrientes la hicieron pensar en su pasado.

Cerró los ojos por un breve instante y un rictus de amargura se dibujó en sus labios que todavía parecían de niña. Los recuerdos de la infancia acudían a su memoria, como un desfile de fantasmas mudos, que danzaban grotescos y burlones, tomados de la mano bajo la tenue luz de una lámpara de kerosén y luego huían despavoridos entre cortinas de humo, ahuyentados por risas infantiles y cantos de gorriones que plasmaron sus notas melodiosas, en la sonrisa cálida de la abuela Isabel.
La brisa calurosa que se filtró entre las grietas de la pared dañada, trajo del muladar cercano un olor añejo a madera podrida, a cigarros y a tufo. El delicado roce de la cola de Peggi su consentida gata parda, ronroneando feliz, sobándose en sus piernas, la hizo volver a la realidad. Tiro el álbum de fotos sobre la mochila­; mirándose al espejo levantó su camisa camuflada y con las manos temblorosas frías, contemplando su vientre levemente abultado, dibujó en el un corazón pequeño, como si pretendiera que la frágil criatura que estaba en gestación, lo mirara y sonriera. Daniela era delgada y su vientre tan pálido y tan suave, como los blancos pétales de una rosa escarchada de rocío. Con agua fría, quiso borrar el rastro de sus lágrimas y luego de servir un poco de alimento en la vasija de Peggi, se tendió en el destartalado catre, colocó la almohada sobre sus ojos y nostálgicamente contempló sus recuerdos.
Una y otra vez veía entre sus sueños el rostro inolvidable de su hermana, los hoyuelos pequeños definiendo con gracia el candor de su risa y su cabello despeinado al viento enredado en las hojas de los árboles, cuando subía en sus ramas para alcanzar los mangos amarillos y curiosear de cerca, los nidos solitarios. La tímida sonrisa dibujada en el pálido rostro de la niña mujer, tendida boca arriba sobre el vetusto catre, más que sonrisa parecía una mueca, un gesto de dolor perdido en el silencio, sin más testigo cerca que Peggi, la consentida gata parda que tierna ronroneaba recostada a sus pies.
Dos años han pasado tan lentos y sombríos, que quisiera arrancar de su memoria todos esos recuerdos, con la facilidad que se desprenden las hojas desteñidas del almanaque de su habitación. Dos años han pasado rasgando la inocencia de su vida, de callado martirio, de violencia y terror, de sollozos ahogados, de ilusiones marchitas y de noches febriles entre rastrojos húmedos que albergaron cadáveres sin nombre, alimañas, serpientes y borrachos lascivos, de violencia y de sexo. Dos años anhelando que el tiempo se hubiera detenido un día antes de su cumpleaños, cuando la abuela regaba su jardín, mientras el exquisito aroma de los naranjales coronados de flores, jugaba en su cabello y en las rígidas trenzas de Mariana, adornadas con cintas de colores. Dos años anhelando ir al colegio, al cine y a la plaza; noches enteras recordando su cálida familia y la comida recién preparada con sabor a laurel, cilantro y leña. Dos años dibujando entre sus sueños la silueta delgada de la abuela, en el umbral lejano de su infancia, cuando tomada de la mano de Mariana, se perdían entre risas y juegos infantiles, en el sendero de los platanales.
Sobre el vetusto catre, Daniela sintió su frágil cuerpo flotando entre las nubes y llegó hasta su oído el ronronear mimado y hechicero de su gatita parda; luego una luz sublime acarició su frente y la canción de cuna que su madre cantaba, invadió las montañas quedándose su eco en los nidos pequeños solitarios y posando sus notas en el pálido vientre nacarado, como si pretendiera arrullar en su seno cristalino marchito, al pequeño capullo que se extingue, sin llegar a nacer.­­
­Austeros han pasado los meses y los años. Los absorbió la tierra cubriéndolos con lluvias y veranos que transformaron su pesada marcha, dando a luz bellos árboles con frutos suculentos de preciosos colores y sabor exquisito. Los pajarillos cantan, hay nuevas mariposas, exóticas iguanas y ardillas con la cola espelucada, pasean tranquilamente por allí.
Desde hace muchos meses, Simón el labrador y la abuela Isabel, han visto con asombro que entre risas y cantos, dos niñas se pasean tomadas de la mano por el sendero de los platanales; las dos parecen ir rumbo a la escuela. A veces correteando, la más pequeña arroja sobre el lecho del río, las cintas de colores que sostienen sus trenzas y su cabello alborotado al viento, se enreda entre las hojas y ramas de los árboles, cuando observa los nidos pequeñitos y procura alcanzar mangos maduros. La otra muy feliz, corriendo junto a ella parece divertirse, en el fallido intento de alcanzarla.
En la morada aquella perdida y solitaria, donde duerme Daniela para no despertar, el muladar cercano se vistió de alegría y primavera. Dicen que han escuchado a dos niñas cantar y la sonrisa tierna de un pequeño bebé, se esparce con la brisa y traviesa se esconde entre las grietas de la pared raída de la casita vieja. Justo desde ese día que marca el almanaque que se haya suspendido en la pared, despertaron tres flores primorosas, radiantes y divinas... Blancas como la nieve y las perlas de nácar que parecen sonrisas brotando de una herida muy profunda en el mar… “Coincidencia casual” ¿Quién lo diría?

“¡Tres Flores Blancas en el Muladar!”

Fragmento del libro El Otoño En Los Ojos De Un Niño (Género: Poesía)

Marta Lilián Molano L