El cielo es gris, la lluvia se desata,
la furiosa tormenta se avecina
el sol se encuentra oculto en la colina
y El Alfarero, su vasija labra.
Entre la tempestad oigo al Maestro,
su dulce voz mi corazón alienta...
-Levántate no duermas, ven despierta,
¡Enfréntate conmigo a la tormenta!
-¿Me hablas a mi Señor? aún no lo creo.
¿No ves la tarde que está fría, yerta?
el sol no está, temblando se ha marchado
y las frágiles flores están muertas.
-No temas ven, tendida está mi mano,
a mi voz se apacigua la tormenta...
con rayos de oro el astro sol calienta
y sonrientes las flores se despiertan.
-¿A dónde iré Señor? ¡No tengo aliento!
mis rodillas, cansadas ya se encuentran
mi voz se ahogó, mis ojos se secaron...
¡Tanto clamé que mi alma está sedienta!
¿En donde estabas cuando te llamaba,
cuando quise aferrarme de tu manto?
me dijo: -“Contemplando tus cabellos
y de tus ojos enjugando el llanto”.
Me tomó de la mano dulcemente...
mi cabeza apoyó sobre su hombro,
¡Bajo sus pies las flores renacieron
y el sol sonriente acarició mis ojos!
Me llevó donde estaba el Alfarero
su vasija labrando en una rueda,
más al perderse la hizo otra vasija,
según le pareció mejor hacerla.
Y me dijo el Señor: -“Hijita Amada
tú eres barro Yo Soy el Alfarero,
aquel que con amor y gracia plena
trabajando en tu alma me desvelo”.
Eres tú, barro dúctil en mis manos
Yo el escultor que con amor te labra,
mis manos hieren, para vida eterna
y para vida eterna también sanan.
Al despertar, la noche oscura estaba
el cielo gris...furiosa la tormenta
yo sonreí pensando en el Maestro
a cuyos pies las flores se despiertan.
Miré el reloj: “Las dos de la mañana...
cerré mis ojos, me quedé dormida
y seguí contemplando al Alfarero
que con esmero, su vasija hacía.
Marta Lilián Molano L