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domingo, 9 de octubre de 2011

El Llanto del Limonero


En homenaje a los niños que mueren cada día por causa de los violentos
Un rosario cristalino de gotitas de lluvia, se desgaja sobre las hojas de los árboles. Empieza a anochecer y a lo lejos, se escuchan detonaciones que hacen estremecer a “Yalú”,  el pequeño niño indígena de tan solo cinco años, oriundo de una tribu cercana. La calma que reinaba entre su gente, se desgarró de dolor ante la cruel presencia de los hombres violentos que irrumpieron en su tierra.  ¡Ahora ya todo terminó! El regazo dulce del hogar, se manchó de sangre y luto, que a su paso, ha dejado la tonada triste del “Yaraví”, cuyo eco galopa al vaivén de su aterrado corazón.
Yalú, no logra contener su llanto, ni el temblor de sus manos heridas, que son acariciadas por las gotas de la lluvia, como si todo el cielo se deshiciera en lágrimas, para borrar de sus mejillas tiernas, doradas por el sol, el llanto incontrolable del pequeño.
“El precioso tesoro de la paz, que iluminaba la comarca, quedó ultrajado bajo las botas de la infame prepotencia, como un gorrión sin nido y sin aliento, con las entrañas trémulas de frío, esparcidas al viento”.
Yalú, recuerda las mañanas cuando corría sobre bellas montañas, enmarcadas entre los colores del arco iris.  Hoy su recuerdo, forma parte del mágico ayer, que quiere abrirse paso entre la bruma de su desconsuelo, y su inocente infancia, huye despavorida, entre febriles rictus, buscando de su abuelo la perdida sonrisa desdentada, que se quedó dormida en las columnas de humo, que visualiza lejos, como si fueran seres infernales, dementes, que malévolos rugen entre escombros, arrasando a su paso, los cultivos en cierne de maíz, que han sido siempre su fuente principal, para el sustento.
Allí acurrucado inerte, recostado a un árbol limonero, bajo el abrigo de hojas y flores pequeñitas de azahar, “Yalú” duerme envuelto en la cortina de la noche, bajo la absorta mirada de pequeños luceros que iluminan su frente, con suspiros helados como espinas punzantes, que sus gélidas sienes han teñido con gotitas de sangre, y al beso cristalino que se fugó temblando, entre la lágrima de un ángel, las gotitas quedaron trasformadas, en chispas de rubí, sobre la frente del niño solitario de tan solo cinco años, que se quedó dormido para siempre, a quien el sol un día, pintara sus mejillas y con dulce primor, los pies descalzos, que plasmaron sus huellas inocentes, en las entrañas húmedas del fango.
¡Yalú, Yalú!- Acarician tu frente, pequeñas flores blancas de azahar, unas tras otras, se desprenden llorando de las ramas heladas... a prisa se deslizan sobre las hojas frías, temblorosas y tristes, de quien tratara en vano socorrerte y te brindó el refugio de sus ramas caídas, ¡Aquel vetusto árbol limonero que hoy desconsolado, llora tu partida!
               ¡Yalú, Yalú!- El árbol limonero te recuerda, en su follaje verde jugueteando, absorbiendo el aroma de las pequeñas flores de azahar, que hoy te coronan tristes, sollozando.  El limonero, añora tu angelical sonrisa, al descubrir ocultos en sus ramas, nidos plateados y tiernos pajarillos asustados, que fugaces al verte, emprendieron el vuelo y exhibiendo sus plumas de colores, surcaron el azul bello del cielo, para plasmarle una sonrisa hermosa, al astro sol y a todos los luceros.
Hoy, en la madrugada, un pajarillo indígena, de collarcito blanco a quien llaman jilguero, posó sus gráciles patitas en tu frente y ha manchado el plumaje de su cara, con gotitas de sangre que brillan como chispas de  rubí.  En vano el emplumado de canto primoroso, intentó despertarte y ha decidido hacer, su morada de paja, entre el follaje trémulo del limonero, para brindarle al árbol su consuelo, por haber hoy perdido a un buen amigo  y su blanca sonrisa de azahares.
Un río caudaloso de cristalinas aguas, te da la bienvenida cuando te ve pasar, en tu hermosa piragua reluciente de hojas temblorosas, que el sol forjó con filigrana  de oro y decoró con flores perfumadas que llorando cayeron del triste limonar.

Marta Lilián Molano L
http://stores.lulu.com/martamolano

Fragmento de mi libro: El Otoño En Los Ojos de un Niño.

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